me caen cada mañana sobre el lomo
y aplastan el espíritu que asomo
quizá para asfixiarlo de pereza.
Quintales de amargura en mi cabeza
presionan por salir con pico romo
dejándome los golpes hecho un cromo
el alma que no tengo y que no reza.
Presiento que la vida ha terminado
auguro que no habrá más esperanza
y espero que el dolor desaparezca.
El aire que me empuja es aire helado,
el baile que no bailo es una danza
y yo seré por siempre quien padezca.
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