Mario, el personaje protagonista de la segunda parte de la Ciudad doliente le escribirá este poema, "Canción desnuda" a la mujer que ama. Ella le confiesa que ha leído cientos de veces el cántico espiritual de San Juan donde, a su parecer, se describe el verdadero amor, el amor espiritual, y él pretende mostrarle con ésta réplica lo sublime que el amor de dos, el amor carnal, puede llegar a ser. La lira, que es el tipo de estrofa que he utilizado, es una bonita fórmula de expresión del amor intenso. Garcilaso le dio nombre con aquel poema que comenzaba: "Si de mi baja lira"; luego le siguió Fray Luis con muchas variaciones en la estrofa, aunque siempre respetaba la concatenación de versos heptasílabos con endecasílabos. Nadie duda de que el poeta que llevó la lira a su máxima altura fue el santo Juan con su mística tan llena de esas imágenes físicas, que casi se tocan con las manos, como cuando la amada le pide a su amado que le dé "aquello que me diste el otro día". El verso de once sílabas que introdujo Garcilaso de mano de los poetas italianos, sustituyó en la poesía castellana al verso de las doce sílabas, más pesado y mucho menos flexible, y se impuso entre los poetas renacentistas de una manera generalizada. El ritmo que surge de combinar las siete con las once sílabas provoca una ansiedad semejante a la necesidad del otro cuando se está enamorado. Espero haber conseguido plasmar todo ese sentimiento en la "Canción desnuda". que os dejo ahora de una sola pieza para que podáis leerla de seguido. El amor de Mario nace joven y se lanza a la búsqueda desesperada de su amada, después prosigue con dudas, escarceos pasionales y promesas, hasta terminar en la verdadera unión de los dos enamorados, a los que ya nada de lo que les rodea les importará fuera de su propio amor.
¿En dónde me has herido
amor, que tan profundo a mí me duele?
Como un perro mordido,
como un niño sin tele.
Desnudo iré a buscarte aunque me hiele.
Amigos ¿la habéis visto?
¿Alguno de vosotros sabe de ella?
Sabed que no resisto
la soledad aquella
de un metro de mi cama sin su huella.
La busco entre las calles
por donde ayer pasamos de la mano,
la busco por los valles
del metro suburbano
subido al rascacielos más lejano.
Ya sé que te estuviste
ayer por la mañana en nuestros bares.
Sé que te detuviste
despacio en los lugares
de entonces aunque luego te callares.
Hermosa caminabas,
me cuentan las aceras envidiosas,
y a todos perfumabas
de sándalo y de rosas,
murmuran las paredes y las cosas.
¿Quién me tendrá una cura
para esta comezón por la que muero?
De fruta ya madura
de la que brota el suero:
hoy nadie me dará lo que yo quiero.
A todos los que dicen
de ti lo que ya sé no los escucho,
por más que me enfaticen
que el daño será mucho,
por ti yo sigo tan sufriendo y lucho.
¿Por qué no te detienes,
amor, para que pueda yo alcanzarte?
Te entregaré los bienes
que no me dejas darte:
la Luna, Venus, Júpiter y Marte.
Si me has pisoteado
el pobre corazón, dale una cura.
Me tienes devastado
sufriendo una tortura
de tránsito en la noche más oscura.
Acaba esta agonía
abriendo los dos labios de tu boca
diciendo que eres mía
que nadie más te toca:
tu lengua humedecida me provoca.
Te quiero ver desnuda
del lado de la cama ahora desierto.
La sábana está muda
sobre este cuerpo muerto:
soñar tu piel me hará sentir despierto.
Espejo que reflejas
lo inútil de tu oficio ya en su ausencia:
rechaza luces viejas,
exige su presencia,
o moriré perdido de impaciencia.
Tú dices que ya vienes
y yo te espero abriéndote camino,
mas luego te entretienes
burlando mi destino,
será que no te importo ni un comino.
Mi amor, no te demores
la noche más hermosa nos espera.
Desprenderán las flores
la brisa verdadera,
si un labio al otro labio se le abriera.
Velada muy sin prisas
despacio de caricias y ternura:
tan solo oiré tus risas,
tan solo tu hermosura
disfrutaré libando esa piel pura.
El mundo que se calle
de mientras recogemos nuestras rosas
jugando por el valle
de espesuras hermosas:
que los demás se ocupen de sus cosas.
Que paren hoy los vientos,
que alumbre ya la luna en sus umbrales:
serán mis movimientos
de amor en los trigales
por donde se apacientan animales.
Mis diosas de Montera,
de mientras que el aroma de jazmines
disfruto en primavera
seguid vuestros maitines,
cuidando que no alcancen mis jardines.
Recuéstate, cariño,
oirás mi corazón que no te miente.
Sabrás que soy un niño
que te ama eternamente,
a solas y escondidos de la gente.
Lumínicas farolas,
alquitranadas calles con aceras
tan de repente solas,
gatitas callejeras,
neones de palabras extranjeras:
A ella os la encomiendo,
dejad vuestros sonidos estridentes
que ya se está durmiendo;
haced callar las fuentes
y vigilad sus sueños inocentes.
Mirad como reposa,
parece la mujer más sosegada,
la más reciente esposa,
la novia más amada
de mientras que en mi pecho hace su almohada.
Muy cerca del madroño
le recité los versos más ardientes
sin rastros del otoño,
con métricas calientes,
de rimas consonantes y turgentes.
Te construiré una casa
allí donde cimienten bien tus besos.
Mi amor hará argamasa,
de paz serán los yesos,
los bosques que circunden muy espesos.
Vendrán nuestros amigos
siguiendo aquellas huellas del camino:
la higuera con sus higos,
la flor azul del lino,
la mesa donde reposar el vino.
Bebí licor de labios
para olvidar por fin aquellas cosas
que airean falsos sabios.
Comí frutas jugosas
de un huerto que se esconde entre tus rosas.
Allí nos solazamos,
allí nos enseñamos mutuamente,
sin prisas nos amamos
muy lejos de la gente;
allí juré yo amarte eternamente.
Y ahora ya soy tuyo:
mis cosas, mis palabras, mi camisa,
mi voz y mi murmullo,
mis manos, mi sonrisa,
mis ganas de volver y mi premisa.
Que no me busque nadie
hoy por las calles ni por los rincones.
Dejad que mi alma irradie
que no tiene razones
mas que el latir al par dos corazones.
Mechones de tu pelo
hicieron festival sobre mi torso,
tejieron con gran celo
tu dulce nombre al dorso
que surcas ya con patente de corso.
Subiste por mi cuello,
mi pelo con tu pelo se mezclaba
y vi el sincero sello
de tu ojo que miraba
en donde a mi pupila se le clava.
Adentro me llegaste
mis venas repartieron tu mirada
y en mí te atrincheraste,
pequeña, acurrucada,
ahí ya no queda sitio para nada.
Olvida que fui otro
más feo, mas idiota, más canalla.
Olvida que fui potro
que no detiene valla,
aquel se fue, no vuelve, ya se calla.
Recuéstate a mi lado
que quiero para siempre conocerte,
me dices de costado,
y yo te abrazo fuerte
y juro que soy tuyo hasta la muerte.
A solas los dos solos
viviendo en una casa pequeñita
rodeada de gladiolos:
tú siempre estás bonita
prendida al pelo aquella margarita.
Iremos a un estanque
en donde el agua es fresca y cristalina.
Con flores que le arranque
a un tallo sin espina
desnudaré tu piel tras la colina.
Después en la espesura
de un bosque que conozco nos entramos,
en una sombra oscura
desnudos nos echamos
muy lejos de la vista nos amamos.
Allí tú me dijiste
palabras que yo nunca antes oiría
y luego ya me diste
aquello, vida mía,
de lo que nadie más disfrutaría.
El ruiseñor cantaba,
la tarde de la noche se vestía,
la luna ya anunciaba
nocturna melodía,
serena como la promesa mía.
Muy lejos de la gente
al valle nos volvimos de la mano,
unidos de repente
en cálido verano
debajo de la flor del avellano.
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