Recordando entradas pasadas

Reordando entradas pasadas

Antirrealismo poético 44

Soñemos lo imposible hasta no despertar.

Cartas desde el mar

Lejos de ti, agosto de 1968

Querida Ponine,

Cuento los días, las horas y los minutos para volverte a ver porque el verano transcurre demasiado silencioso sin tu voz. Paso el día en la bonita playa del pueblo y miro el mar constantemente buscando entre las olas la profundidad de tus ojos, pero no es lo mismo. Ojalá estuvieras conmigo porque entonces todo me parecería diferente y el paisaje verde me llenaría de paz, el mar tempestuoso me daría fuerzas y el cielo azul esperanza. Ayer te escribí un poema recordando la noche que pasamos juntos antes de separarnos, porque quería atrapar el momento de amor que entonces compartimos para que me acompañe durante los días en que estaremos alejados el uno del otro. Te lo escribo en este pedazo de papel como si fuera una parte de mí.

Estabas casi desnuda

desnuda cuando me hablabas

blanca contra el infinito

blanquísimo de una sábana.

Sobre tu pecho las olas

las olas se levantaban

mientras que tú te reías

desnuda sobre la cama.

Tu pelo de seda largo

largo se balanceaba:

casi desnuda, me acuerdo,

desnuda cuando me hablabas.

Amor mío, mis manos me piden acariciarte otra vez y mis labios reclaman tus besos. No pasa un momento en que no te tenga presente.

Siempre tuyo, Marius

La abeja que vuela sin alas

Como en ocasiones anteriores, quiero mostrar con orgullo uno de los trabajos de mi hijo Guille en su incesante labor creadora que ahora le ocupa en el mundo audiovisual, con el que consigue que parezca sencillo lo complejo. Enhorabuena por no dejar de enseñarnos todo lo que tienes dentro.

Recordando entradas pasadas

¿Quién eres tú que sin querer me amas?

Que llegas cuando los demás se han ido

y apacientas mi espíritu afligido.

¿Quién eres tú? Dime ¿Cómo te llamas?

¿Por qué ese extraño bálsamo derramas

en mis heridas? Dí ¿Por qué has venido?

¿Por qué sin yo pedirlo me has seguido?

¿Quién eres tú? ¿Quién? Que mi alma inflamas.

No me digas, si no quieres, tu nombre

pero al menos déjame conocerte,

que tu palabra y que tu luz me asombre.

Tú que puedes más que la negra muerte,

tú que sabes bien cómo sufre un hombre:

muéstrame tu rostro, déjame verte.