¿Adónde los caballos desbocados
empujan hoy mi juventud perdida?
¿Al abismo por no querer la brida,
ni morder obediente sus bocados?
¿Por qué este empeño en contra de los hados
de querer jugar siempre la partida
si mis cartas me gritan que es suicida,
porque todos los ases van marcados?
Mejor me estaría sin decir nada
o pidiendo perdón y caridad.
Mejor será batirse en retirada,
escapar, procurar tranquilidad.
Si no fuera por la promesa dada,
por aquella palabra, libertad.
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