en la brisa del aire cuando canta,
en la flor que me ofrece cada planta,
y en el húmedo olor de lo que siego.
Pero tú te escondes como en un juego,
porque mi obstinada razón te espanta
adonde mi frágil fe se quebranta
para dejarme abandonado luego.
Mi corazón se derrama como agua
en tu presencia tranquilizadora
que me inflama el alma para que vibre.
Escucho entonces la verdad que fragua
mi pecho, bienaventurado ahora,
porque sé que la verdad me hará libre.
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