Imaginando las aventuras que habrá de vivir Mario, el personaje principal de la tercera parte de las aventuras de Dante en su paseo por el infierno, recorro a diario el centro de Madrid para empaparme de sus rincones más antiguos.
He visitado sus iglesias más ilustres. La Almudena neorrománica y la grandiosa cúpula de San Francisco el Grande que, de entre las cúpulas cristianas, solo queda por detrás de la del Panteón de Agripa y de la de San Pedro.
He paseado por el campo del Moro a los pies del Palacio Real en un día caluroso en el que los jardines estaban especialmente solitarios.
He visitado otras iglesias, como la de San Andrés, junto a la casa de Iván Vargas, luego Palacio de Paredes y hoy museo del santo de la ciudad, San Isidro, donde se conserva el pozo de su milagro más famoso. San Isidro fue un labrador mozárabe de perezosos milagros mozárabes.
Por la costilla de San Andrés se desemboca en la bonita plaza de la Paja. En el lugar donde se levanta el muro de ladrillo con el azulejo explicativo del monumento, otrora hubo un pasadizo que comunicaba el palacio de los Vargas con la capilla de san Isidro, origen de la iglesia de San Andrés para que los Reyes Católicos que allí dormían cuando estaban en Madrid, accedieran a la iglesia desde el palacio sin pisar la calle. Por cierto, costanilla es el nombre que se le da a las pequeñas calles en cuesta.
El renacentista palacio de los Vargas, muy reformado, sirvió para que durmieran no pocas veces los Reyes Católicos en sus visitas a Madrid porque pertenecía a uno de sus más queridos consejeros miembro de esta ilustre familia. Hoy, inexplicablemente, es un colegio.
Continuará...
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