He leído un montón de páginas sobre este tema, y cualquiera de ella os dará la clave sobre el asunto: publicar es un calvario. Las editoriales ignoran a los escritores noveles, los agentes literarios se aprovechan de los nuevos escritores, la auto-publicación casi nunca funciona y, en fin, no parece haber una salida limpia en el proceloso mundo editorial, salvo para unos pocos privilegiados que han dado con la tecla de lo que a la gran mayoría le gusta leer.
Sea cual fuere la fórmula que escojáis para vuestra aventura en el mundo de la publicación, nada será fácil. Es cierto que AMAZON nos ha dado nuevas herramientas, pero también es cierto que sin publicidad, vender libros es muy complicado y que, hoy por hoy, sigue siendo necesario una buena distribución de libros en papel para hacerse notar. Las pequeñas editoriales tampoco solucionan nada, porque apenas arriesgan con sus escritores, ni siquiera cuando los resultados son prometedores.
Si hicierais caso a la lógica, tiraríais la toalla; a poco que os lo pensarais dos veces seguro que lo abandonabais todo pero... No, la realidad del escritor es bien distinta. Un solo libro vuestro que alguien lea, compensará todo el sufrimiento que conlleva la publicación. Un solo lector y todo habrá merecido la pena. Cualquier otro enfoque está equivocado. Publicad de la manera que consideréis -yo recomiendo AMAZON y en otro post contaré por qué- pero no importa la manera ni el medio. Lo importante es escribir y dar a conocer lo que se ha escrito y que esto sea una constante, una necesidad. Os aseguro que cuando comprobéis que alguien, un solo lector, ha leído vuestro libro, la satisfacción será plena. En última instancia uno escribe para otro, para un solo "otro", y eso se completa tanto con un lector como con un millón. Vale que con un millón las cosas nos irán mejor, pero ningún escritor de verdad escribirá por eso. No hay nada que satisfaga tanto como la creación, dejemos a un lado todo lo demás, en la medida de lo posible. Un pobre novelista, soldado retirado y lisiado, escribió en una dedicatoria a su mecenas, poco antes de morir, que estaba enfermo y "muy sin dineros". El parco reconocimiento económico de su obra, gracias a Dios, no le disuadió nunca de escribir y hoy todos podemos leer El Quijote.
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