aunque se me haya olvidado
el color de su perfume
y el aroma de su tacto.
Me acuerdo que sonreía
mientras la iba acariciando
con una espiga de trigo
verde sobre su regazo
La quise, ¡cuánto la quise!
Aquella tarde en el campo
pero ya no huele a yerba
ni será la cama el prado.
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Muchas gracias